La verdad es que escribo bastante. En verso y en prosa. En cuadernos, libretas, post-its y en apps. Subrayo libros y apunto ideas en los márgenes. Mando muchos mensajes, también. A veces me escribía cosas en la mano para que no se me olvidasen, pero como se me olvidaba mirarme la mano, empecé a usar los recordatorios del móvil, que lo miro todo el rato.
Escribo bastante, pero seguramente nunca me hayas leído. En profundidad, al menos. Quizá hayas leído un tuit, o quizá te mandé un WhatsApp (o diez), pero seguro que con mi firma debajo no has leído nada más largo que estos dos párrafos que llevo escritos.
Hace tiempo ya que pensé que tengo mucho que contar. Además de escribir, leo mucho. Sobre muchas cosas muy variadas… y aparentemente inconexas. Y a veces ato cabos. Muchas veces ato cabos que ya había atado alguien antes que yo, pero con tanta (des)información –tanto medio y tanta propaganda– es difícil enterarse de que el vecino ha descubierto el fuego.
O entender cosas en profunidad.
O, qué coño, iniciarse en un tema del que no tienes ni idea.
Por eso, y por otras muchas cosas, he montado este blog. Porque quiero que te enteres de las cosas que yo me entero. Y de los cabos que ato, aunque ya los haya atado otro antes. Porque seguramente no te has enterado de que han cambiado la forma de medir la desigualdad de rentas en Corea del Sur, ni de que nadie ha medido todavía la velocidad de la luz en una sola dirección (sólo sabemos la velocidad de ida y vuelta, al parecer).
Quiero que lo inconexo cobre sentido. Para mí y para tí. Aunque muchas de esas ideas serán inconexas entre sí. Y esa es la gracia, supongo. La sorpresa. La aventura. Que nunca sabes qué te va a tocar. Qué cabos atarás.
Publicaré curiosidades, reflexiones, resultados de las investigaciones que a veces conduzco en mi trabajo como diseñador y, si se tercia, quizá también publique tus ideas. Bajo tu nombre o bajo el mío, que ya sabes que en esta industria (y en todas) vivimos del mérito ajeno. Del trabajo de otros. De los que vinieron antes, y de los que siguen aquí.
Y de los que vendrán, algún día. Que se anden con ojo.
Por eso, aquí no podrás robar. Porque sólo hay robo si hay propiedad. Y todo lo que escriba aquí te lo puedes llevar a casa. Sin pedir permiso. Sin pedir perdón.
Si ya lo hacemos, hagámoslo bien.
Te agradecería que me mencionases, eso sí. O no, que a lo mejor he escrito una putísima mierda. O una mentira. O una inexactitud.
Bueno, no sé.
Tú republícame y luego hablamos. Dicen por ahí que no hay publicidad mala.
Lo dicho. A cuidarse.
Ivo